Autor
Melissa Church
Autor
Melissa ChurchEn mi último artículo escribí acerca de creer lo que Dios ha dicho sobre mí, sobre nosotros, y no luchar contra lo que Él ha dicho que es verdad acerca de nuestra nueva naturaleza. He estado practicando el decirme a mí misma que soy lo que Él dice que soy a pesar de cómo me siento o de lo que pienso. ¿Tú también has estado practicando? Bueno, déjame contarte lo que he aprendido desde entonces. Tal vez te resulte familiar.
Quizás recuerden que les dije que me estaba dejando crecer el pelo (hombres, no me hagan caso, ¡este no es un blog de belleza! ¿Han visto mi foto?). Desde que cumplí cuarenta, hace unos años, mi cuerpo ha estado habitado por formas de vida extraterrestres insatisfechas con el estado actual de las cosas. Mi pelo, por ejemplo, se ha vuelto gris (debajo de ese Nice-n-Easy114), rizado y terriblemente rebelde. A menudo lo seco para que quede liso, pero a pesar de mis mejores esfuerzos y los de mi peluquero, tengo una línea capilar en retroceso de la que están brotando pequeños pelos "de bebé" que se quedan parados. Quiero decir, parados. Cuando camino, es especialmente cómico porque esos pelos se mueven de un lado a otro con la brisa, de un lado a otro de mi raya natural. No importa cómo lo seque, de un lado o del otro de la raya, no hay diferencia. Pero lo que pasa es que cuando me hago la raya un poco fuera de lo natural, siento la cabeza como si fuera un gato al que le hubieran frotado hacia atrás. Si alguna vez has intentado hacerte la raya del pelo de una forma diferente a la habitual, conoces la incomodidad. Si nunca lo has intentado, inténtalo ahora mismo. Sí. Estira la mano y reacomoda tu cabello hasta que hayas ocultado por completo la raya natural. No lo soportas, ¿verdad? Te cuesta no sacudir la cabeza hasta que vuelva a su forma natural, ¿verdad? Así es como se siente creer en Jesús en lugar de en ti mismo. Es como vivir al otro lado de la raya.
Así que lo que he aprendido es que esta incomodidad es una especie de prueba de fuego. Creer en Jesús va en contra de todo lo natural en mí y se necesita un esfuerzo concentrado para no ignorar mi fe y volver al estado natural de las cosas. Cuando estoy más incómoda, estoy exactamente donde debería estar. Cuando estoy descuidadamente cómoda, estoy en problemas. Cuando estoy viviendo al otro lado de la barrera, es necesario estar completamente concentrada en la ayuda y la fortaleza de Cristo, no para sacudirme la incomodidad, sino para estar consciente de ella y perseverar a pesar de ella. En el lenguaje cristiano, se podría decir que eso es “rendición”. Es una postura que agrada a Cristo. Y no demuestra debilidad personal ni vulnerabilidad indefensa, sino más bien, fortaleza de fe. Es una disposición a vivir en un estado de incomodidad por Su causa. Es como tener el pelo permanentemente peinado hacia el otro lado.
De todos modos, pensé que debía mencionar todo eso para que sepas que tienes un espíritu afín en tu inquietud. No hay nada natural en esta experiencia cristiana. Nos confundimos si pensamos que debería ser fácil. ¿Y quién nos salvará de este miserable cuerpo de muerte... y de esta raya antinatural en nuestro cabello... sino Jesús, el Cristo, por cuyo amor soportamos todas las cosas? ¡Péinate, hermano y hermana, y sigue adelante!