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Palabras para pensar: Lo siento

Una de las ideas que se ha reiterado a lo largo de este blog es que “las palabras tienen poder”. Un ejemplo concreto que suelo compartir con amigos y familiares es la expresión “lo siento”.

Lo lamento

En sentido literal, decir “lo siento” significa “soy un desgraciado, un inútil, un pobre”. ¿Por qué alguien diría algo así? ¿Acaso no fuimos creados a imagen de Dios? (Génesis 1:26)

Este significado de “miserable” se remonta al siglo XIII, una época en la que las personas se degradaban ante algún noble o líder como resultado de alguna ofensa. Básicamente decían “soy un miserable, un inútil y un pobre” y buscaban la misericordia y el favor del noble. Al declararse “miserables”, estaban dando una razón para:

a) Por qué hicieron lo que les causó ofensa (es decir, soy una miserable excusa de ser humano).

o

b) Por qué merecían misericordia (soy miserable y no merezco misericordia, pero la busco de todos modos).

Este enfoque es erróneo porque degradarnos para excusar nuestro mal comportamiento o como razón para recibir misericordia no es coherente con las Escrituras. La idea de “dar una razón” o “dar una respuesta” está encapsulada en la palabra griega apología. Es posible que reconozcas esta palabra como la raíz de nuestro español moderno “disculpa” o “pedir perdón”. El concepto de “apologética” (defender tu fe) también se deriva de esta palabra griega.

Pido disculpas

Pablo comienza su discurso en Hechos 22:1 diciendo “escuchen mi defensa” usando la palabra apología. En lugar de “lo siento” a veces escuchamos a la gente usar la expresión “pido perdón”. En un sentido literal decir “pido perdón” significa “estoy dando una respuesta/excusa/defensa” por lo que he hecho.

"Cometí [ofensa] y te ofendí... aquí está mi excusa por lo que hice... esa excusa debería ser una razón satisfactoria para que me perdones".

Este enfoque parte de la suposición incorrecta de que al ofrecer una excusa o una razón (es decir, al defender mis acciones) ahora soy digno o capaz de ser perdonado. Si bien el enfoque es defectuoso, este ejemplo en particular nos señala el quid de la cuestión: el perdón.

Por favor, perdóname

Pedro le pregunta al Mesías con qué frecuencia debemos perdonar los pecados cometidos contra nosotros. El Señor responde a la pregunta diciendo “setenta veces siete” (Mateo 18:22). No quiso decir 490 veces (como si debiéramos llevar una cuenta continua del número de veces que hemos perdonado a alguien), simplemente quiso decir que debemos perdonar completamente tantas veces como sea necesario, siendo el siete un símbolo de plenitud o completitud.

Si pecamos (con palabras, acciones o inacción) contra otra persona, tenemos una deuda con ella como consecuencia. Es esta deuda la que el Mesías dice que debemos perdonar.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. (Mateo 6:12)

La Escritura nos muestra el modelo de la respuesta apropiada en estas situaciones:

a) Confesar

Por eso, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16)

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)

b) Asumir la responsabilidad

Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. (1 Juan 1:8)

c) Buscar perdón

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6:14-15)

Mi propio patrón personal para lidiar con mi pecado y mis ofensas contra los demás:

a) Dirigirme a la persona por su nombre y confesar que mi acción la lastimó u ofendió,
b) Asumir la responsabilidad de lo que hice,
c) Pedirle perdón a la otra persona.


En lugar de decir “lo siento” o “me disculpo”, lo siguiente es mucho más bíblico y apropiado:

“Jeff, sé que mis palabras te hirieron los sentimientos. Las dije con ira y me equivoqué. Por favor, perdóname por decirte eso y herir tus sentimientos”.

No te rebajes y digas “lo siento”. No te defiendas y digas “te disculpo”. Confiesa tu pecado y busca el perdón. Si nos acercáramos a Dios y a los hombres con genuina humildad al tratar con todos nuestros pecados de una manera como esta, entonces todos los creyentes estaríamos en una mejor situación.

Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único y Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. (1 Tim 1:17)