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Autor
Melissa ChurchInhala. Exhala. Inhala. Exhala. ¿Alguna vez te detuviste a notar tu respiración? He estado tan ocupada esta semana con todo preparándose de nuevo que apenas he notado nada, excepto el próximo tren que viene por la vía, pero el martes tuve una experiencia de respiración. Noté que no tenía nada, no físicamente hablando, por supuesto, sino espiritual, emocional y mentalmente. Estaba completamente expulsada. Había exhalado todo lo que tenía y estaba acabada. Tuve un pequeño colapso cuando noté que no tenía el aliento necesario para dar un paso más, para enfrentar un tren más, para mirar el resto del día a los ojos desde el lado de mi cama. En ese momento, todo lo que me quedó fue aliento para susurrar un estrangulado: "Necesito tu ayuda, Señor"... y luego pude respirar de nuevo.
Siempre me ha impresionado mucho la parte de la historia de la creación en la que Dios sopló en Adán y él vivió. Quiero decir, ¿qué tan genial es eso? Dios le dio a Adán su propio aliento y todos los días de la vida de Adán fueron sustentados por ese único aliento vivificante. Dios exhaló. Adán inhaló. Adán exhaló. Inhaló. Exhaló. Ahora sé cómo se siente eso.
¿Puedes respirar? ¿Te falta el aire, te quedas sin aliento, jadeando, sin aliento? Respira.
Exhalar.
Aspirar.
Exhalar.
Aspirar….
El Espíritu de Dios me hizo; el soplo del Todopoderoso me da vida.
Trabajo 33:4