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Melissa ChurchHoy llueve. Me gusta la lluvia, pero no me gusta conducir bajo ella, porque me frustra la gente que conduce bajo la lluvia con las luces apagadas. ¡No puedo verlos! En general, no veo bien, pero la combinación del vaho en mis ventanas, el resplandor de la calle y un cielo gris acero hacen que sea casi imposible para mí ver algo que no esté completamente iluminado. ¡Oh, sé que estos conductores sin luces pueden ver la carretera y pueden verme a mí, pero yo no puedo verlos y eso podría ser trágico!
Hace un rato, mientras regresaba de hacer mis recados, estaba furioso por esto y agarraba el volante con los nudillos blancos de terror, cuando me topé con una verdad espiritual: a veces, nadie puede verme. Mis luces no están encendidas. Este hecho se hizo evidente cuando el Señor me recordó un incidente que sucedió hace unos días.
Entré en la farmacia “rápidamente” para comprar algo que estaba en oferta. La chica lo cobró por error sin mi cupón, así que tres cajas después me quedé esperando a que viniera un gerente (segunda llamada) para hacer el ajuste. Sentí que mi corta tarde se acortaba minuto a minuto, pero no así mi lista de cosas por hacer.
Ahora que lo pienso en retrospectiva, sé que tenía los brazos cruzados, el ceño fruncido en una frustración apenas disimulada, los labios fruncidos (alrededor de la lengua, que me estaba mordiendo) y miraba con enojo a la cajera que había causado todos estos inconvenientes al principio. Eso es todo lo que era en realidad, un inconveniente, pero lo había convertido en una tormenta negra y mis luces no estaban encendidas mientras trataba de atravesarla. Consideren las palabras de nuestro Señor.
Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar escondido o debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que los que entren vean la luz. – Lucas 11:33
Cada conductor en la calle es un alma que busca luz. Puede ser un hermano en Cristo que busca un rayo de esperanza y aliento; una señal de que va en la dirección correcta y que está casi en casa. A menudo son el conductor medio ciego que empieza a entrecerrar los ojos en la penumbra, con la esperanza de ver incluso un leve destello con el que poder orientarse. En ocasiones son los conductores que están tan completamente a oscuras que no saben hasta que te ven que están en el lado equivocado de la carretera, acercándose al desastre. Si tus luces no están encendidas, ¿cómo pueden saberlo?
Así que, la próxima vez que te encuentres en la gris, o en medio de una borrasca que te obligue a hacerte a un lado de la carretera, recuerda a los conductores que están ahí fuera y que necesitan verte con las luces encendidas.
¡Ahhhh…ahí estás!