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Melissa ChurchNunca le presto demasiada atención a la parte superior de mis pies. Es decir, no lo hacía hasta las vacaciones de primavera, cuando me ardían bajo la constante aplicación de un sol tropical. Me avergonzaba muchísimo haber pasado por alto una parte del cuerpo aparentemente tan obvia al aplicarme protector solar y caminaba por la calle durante días irradiando la acusación de mi descuido.
Hace poco, mientras estaba sentado en la iglesia, el Señor comenzó a tratar conmigo a través de las palabras del pastor y, al poco tiempo, mi rostro brillaba con la misma intensidad que mis pies quemados. Irradiaba la acusación de un descuido... llamémoslo por su nombre... pecado. No me daba cuenta de la necesidad de cubrir esa área particular de mi vida con las medidas preventivas de la oración, la humildad y la súplica. Y ahora estaba completamente quemado. ¿Te ha pasado esto alguna vez? Estaba haciendo mis cosas sin darme cuenta de que una parte entera de mi vida estaba vulnerablemente expuesta a la tentación. Y la tentación que comenzó como un resplandor cálido engañosamente agradable en mi interior se convirtió en un consumo que no noté hasta que comenzó a doler.
Entonces, ¿cuál es mi consejo? Bueno, no estoy seguro de tener ninguno. Podemos ser diligentes, cuidadosos y conscientes de nosotros mismos durante un tiempo determinado antes de que esas medidas preventivas comiencen a debilitarse y antes de que nos demos cuenta estemos descascarando. Y seamos honestos: no somos capaces de ver cada centímetro de exposición. Otras personas son mucho mejores en eso, pero por lo general no lo señalan hasta que es demasiado tarde. Me encantan esas dos pequeñas palabras, "te estás quemando", que generalmente vienen acompañadas de un pinchazo demasiado tarde en la zona de riesgo ahora dolorosamente ampollada. Siempre me pregunto por qué no te advierten desde el principio, "te vas a quemar... ahí mismo", y te dan la oportunidad de evitar el sufrimiento que te espera.
De todos modos… mis pies se han recuperado y ahora tienen el hermoso bronceado del verano que delata haber caminado por la playa, y también he aplicado el tratamiento adecuado a esa quemadura del alma mediante la confesión y el arrepentimiento. Pero a pesar del buen resultado en ambas circunstancias, sinceramente hubiera preferido evitar el dolor que ello implica. Así que si me veis caminando por ahí tontamente ciego a mi propia exposición, os invito… os imploro… a que me lo señaléis antes de que me queme.