Devocional

El resumen y las consecuencias de las cosas

Me estoy dejando crecer el pelo. Después de tres meses, siento que me ha estado creciendo el pelo durante unos 14 años. En mi foto de perfil se puede ver que suelo llevarlo muy corto, desde hace años. Desde que la princesa Diana apareció por primera vez en la portada de una revista he tenido el pelo corto. Ahora casi me cubre las orejas y se está acercando a lo que yo describiría como la etapa incómoda, ni aquí ni allá. Reviso todos los días para ver si se está acortando la distancia entre el pelo largo y el pelo largo, pero tengo que admitir que ahora solo lo tengo corto.

Últimamente, me he sentido igualmente frustrada con mi crecimiento espiritual. He tenido el mismo propósito de crecer en Cristo que de dejarme crecer el pelo, pero encuentro que el progreso es igualmente lento y se queda corto. Me falta fe, me falta amor, me falta paciencia, me falta madurez. En los momentos de pequeñas pruebas diarias, estoy segura de que he cerrado la brecha y me voy moviendo el pelo con alegría. Luego llego a casa, me miro bien en el espejo y me doy cuenta de que, si bien he avanzado un poco, todavía me falta algo en comparación con la meta.

Este suele ser el punto en el que, cuando he intentado dejarme crecer el pelo en el pasado, me doy por vencida y voy a la peluquería. No aguanto ni un minuto más, pero estoy decidida y soy firme. Aunque me lleve un millón de años, tendré el pelo hasta la barbilla. Y aunque mi vida espiritual sigue siendo un desastre indómito e ingobernable, permaneceré en las garras de mi Dios, que me guiará a lo largo de mi anhelo de ser una santa de larga data, sufrida y longeva (aunque de largo aliento), ¡porque a Él no le faltan retos longitudinales! No me faltará el éxito porque a Dios no le falta gracia ni es falto de mano, ni de vista ni de vida efímera. Aunque Él no me engañará, no hay atajos para la victoria. Y eso es todo.

“Por tanto, nosotros también, que tenemos en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Consideren a aquel que soportó tal oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni desmayen.” (Hebreos 12:1-3)