Autor
Stephen ArmstrongAccess all of our teaching materials through our smartphone apps conveniently and quickly.
Autor
Stephen ArmstrongLos acontecimientos recientes nos recuerdan que vivimos en un mundo perdido y moribundo que necesita desesperadamente conocer la verdad de Cristo y de Él crucificado.
Una revolución cultural está reescribiendo las reglas del bien y del mal a un ritmo vertiginoso. Se celebra la inmoralidad, se burlan de la piedad y todo vale. A medida que nuestro tejido social se deshilacha, muchos cristianos luchan por mantener nuestro mensaje relevante y al mismo tiempo proteger nuestro derecho a participar libremente en el mercado de ideas. Por primera vez, muchos temen la persecución.
Como ministerio cristiano que opera en medio de esta agitación, es fácil perder el foco. Podríamos desviarnos de la enseñanza de la Biblia hacia un discurso político o comentario social oportuno. Podríamos prescindir de estudios de libros para examinar las raíces de estos movimientos, predecir resultados futuros y ofrecer posibles antídotos. Ciertamente, tendríamos mucho que decir sobre estos temas, y sé que lo diríamos con pasión y convicción. Y tal vez algunos en la cultura incluso podrían escuchar.
Pero no lo haremos. No es necesario. El Señor ya ha hablado y Su palabra es bastante clara.
Nuestra misión es enseñar la palabra de Dios – metódica, implacable y consistentemente – y hacerlo por las razones que Dios ordenó: persuadir al incrédulo a la verdad del Evangelio y equipar a los santos para la obra del ministerio. Seguiremos haciendo esto porque es la única solución a los males de la sociedad.
Cada nuevo acto terrorista, calamidad económica o decisión judicial sólo sirve para fortalecer nuestra determinación de predicar la palabra a tiempo o fuera de tiempo. Como Jesús mismo enseñó:
Amigos, si el mundo no escucha la palabra de Dios, entonces no tenemos nada mejor que podamos ofrecer. Enseñar la palabra de Dios es lo único que rescatará a hombres y mujeres del pecado y la rebelión y los conducirá a la salvación en la cruz de Jesús. La palabra de Dios es el poder de Dios para aquellos que están siendo salvos, por lo que mil volúmenes de comentarios políticos no pueden igualar un versículo de las Escrituras. Entonces predicaremos la palabra.
Estoy sinceramente agradecido a todos aquellos que han elegido favorecer este ministerio con oraciones y donaciones, y supongo que lo hacen porque también están de acuerdo con la importancia de enseñar las Escrituras. Hacen posible que lleguemos a millones con la palabra de Dios, y les aseguro –y a todos– que nunca nos desviaremos de esa misión hasta que el Señor regrese o nos lleve a casa.
Que el Señor regrese pronto y bendiga vuestra devoción a su santa palabra.
esteban