Si Dios no escucha las oraciones de los no salvos debido a la barrera del pecado, ¿es entonces prudente enseñar a los niños no salvos a presentar sus peticiones a Dios? Puedo entender enseñarles a alabar y dar gracias, ya que incluso la creación alaba a Dios, es decir, declara Su gloria.
Esta es una pregunta difícil porque la respuesta depende de la situación. Bíblicamente hablando, Dios no escucha (es decir, considera) las oraciones de aquellos que no están en Cristo, porque es sólo a través de Cristo que podemos acercarnos al Padre:
Heb. 4:14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
Heb. 4:15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Heb. 4:16 Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el socorro en el momento de necesidad.
Sin Cristo como Sumo Sacerdote, una persona no tiene medios para acercarse a Dios. Sólo se puede acceder a Dios por medio de un intercesor, y el incrédulo simplemente no tiene intercesor ante Dios. Por lo tanto, enseñar a los niños incrédulos a orar no les resulta fructífero.
Por otro lado, no podemos conocer perfectamente el estado del corazón de un niño, por lo que sin darnos cuenta podemos herir la conciencia de un joven creyente al desalentar sus oraciones porque asumimos (erróneamente) que no creen en Jesucristo. De hecho, un niño puede poseer una fe salvadora y, sin embargo, no poder o no querer expresarla a un adulto, especialmente si ese adulto no es uno de sus padres.
Por lo tanto, no podemos darle una sola regla a seguir en todas las circunstancias, aunque en general no recomendamos hacer llamadas radicales a los incrédulos para que oren a Dios. En lugar de eso, bríndeles una presentación del Evangelio para que puedan llegar a la fe. Tome nota del modelo de Pablo en el libro de los Hechos, donde frecuentemente presenta el Evangelio pero nunca instruye a una multitud de incrédulos a orar a Dios.