¿Qué promesas a la nación de Israel son aplicables a los cristianos y cuáles no?
En general, no se asigna a los gentiles ninguna promesa a Israel, excepto en un sentido indirecto. A Israel se le promete un Mesías, y los creyentes gentiles comparten esa promesa. A Israel se le promete un reino y los creyentes gentiles también lo compartirán. Aparte de estas verdades generales, debemos ser reticentes a asignar las promesas hechas a Israel a los creyentes gentiles. Como dijo Pablo:
ROM. 9:3 Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne,
ROM. 9:4 que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, y los pactos, y la impartición de la ley, y el servicio del templo, y las promesas,
ROM. 9:5 de quienes son los padres, y de quienes procede el Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
Todas las promesas son dadas a Israel, y los creyentes gentiles tienen la bendición de ser injertados en esas promesas y recibir los “sobras de la mesa”, como reconoció Jesús:
Mate. 15:22 Y salió una mujer cananea de aquella región, y comenzó a gritar, diciendo: Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David; Mi hija está cruelmente poseída por un demonio”.
Mate. 15:23 Pero él no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, porque sigue gritándonos.
Mate. 15:24 Pero él respondió y dijo: Sólo fui enviado a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.
Mate. 15:25 Pero ella, acercándose, comenzó a postrarse delante de él, diciendo: Señor, ayúdame.
Mate. 15:26 Y él respondió y dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
Mate. 15:27 Pero ella dijo: Sí, Señor; pero hasta los perros se alimentan de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
Mate. 15:28 Entonces Jesús le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; se te hará como deseas”. Y su hija fue sanada al instante.
Es la “mesa” de Israel y se nos concede la bendición de recibir las migajas, pero qué migajas tan gloriosas son. Como añade Pablo en Romanos 11: