En mi país, cuando sentimos la presencia de un poder demoníaco, utilizamos versículos del Antiguo Testamento para alentar la muerte de este enemigo. Sin embargo, encuentro que esto contradice los pasajes del Nuevo Testamento que nos animan a orar por aquellos que nos maldicen. ¿Cuál es la mejor manera de pelear esta guerra espiritual?
Es importante distinguir entre el ser humano y el demonio que hay dentro de la persona. Cuando oras contra aquellos que están bajo influencia demoníaca (por ejemplo, brujas, lo oculto, etc.), no te estás oponiendo a la persona sino al poder demoníaco que usa esa persona, como dice Pablo:
Ef. 6:12 Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra las fuerzas mundiales de estas tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales.
Al oponerte a esos individuos, en realidad te estás oponiendo al enemigo y sus fuerzas que actúan en la vida de esa persona. Si el Señor decide obrar a través de sus esfuerzos, repelerá al individuo junto con el demonio o expulsará al demonio liberando al individuo. Cualquiera de las dos soluciones detendrá la persecución.
Hasta que el Señor libere a la persona del demonio, usted no estará en condiciones de ministrarle el evangelio a esa persona. Como dice Jesús en Lucas 8:
Lucas 8:11 “La parábola es ésta: la semilla es la palabra de Dios.
Lucas 8:12 “Los que están junto al camino son los que han oído; entonces viene el diablo y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Por otro lado, una vez que el Señor libera a una persona de posesión o influencia demoníaca, entonces tenemos la oportunidad de ministrarle, y en esa situación no debemos reprocharle su comportamiento anterior. Ponemos la otra mejilla para darle oportunidad a que la bondad de Dios los lleve al arrepentimiento, sabiendo que no estábamos en guerra contra ellos sino contra el enemigo.
Así que no ores por la muerte de la persona bajo persecución, sino más bien ora para que el Señor expulse la influencia demoníaca que controla su vida. Si Dios responde esa oración y los libera del demonio, entonces la iglesia debe estar preparada para acercarse a la persona y ministrarle con el Evangelio. De esa manera podrán detener la persecución y recuperar un alma para el Reino. Este es exactamente el patrón que vemos en la vida de Pablo en Hechos 8.